25 de diciembre
Cambiar de piel es ponerse un vestido satinado y saber que la nieve
será mi sepultura. No tengo hambre sino ganas de mentir.
He
pintado la casa de blanco, hice del color una nueva escritura. Ahora soy azul
aunque él no lo quiera. Vivo eternamente blanca como la nieve inglesa, como el
pelo rubio de la muchacha que aceptó morir. Alguien dijo que soltaba un olor
animal, que las cañerías guardaban un rumor de mandolinas y la noche apretaba su
frío glacial en las ventanas.
Todos desangran trajes nuevos en
navidad. Lo que no te gusta es mío ahora. Mis hijos azulados durmiendo mientras
escribo. La mano congelada. Seré nuevamente yo después de mentirte. Callada, el
silencio es él. Todos son sus cómplices. Cuando alguien abandona sabe que van a
protegerlo. Confundir a una mujer con una máquina de escribir es un crimen. Dos
días en soledad no sirven si todos festejan. Tengo que contar historias. El
infortunio es una mesa de navidad sin sillas.
¿Por qué no quise
cruzar el océano? ¿Por qué enfrentarme a la soledad después del diluvio, buscar
refugio en quienes están de su lado? ¿Es una guerra esto? Ornamentos de una
trinchera descansan entre las Xilografías azules.
Mi hija me da
ánimo para soportar otro día de fiesta en el que no saldremos, en el que nadie
vendrá. Ella es mi madre hoy. Mi tristeza la oscurece.
Llega para
avisarme que la navidad no tendrá festejos. Es fácil esperar que los sueños se
cumplan, jugar a que por un momento todo vuelve a ser como antes pero deja una
estela negra y yo sé que nos olvidará cuando la navidad de sus primeras horas.
Otras ocupaciones
los hijos, después de todo, son algo tan incandescente como
el pasado para un hombre que escribe.
Yo no puedo escribir sino
ocuparme de inventar la historia que le contaré a los otros para que el llanto
sea sólo mío. La casa es un refugio que me ahoga.
Thomas
El rubio fantasma que cruza las paredes huele a menta. Lleva un
cochecito desarticulado como si huyera de la Navidad, como si se tratara de una
refugiada. Dos niños que no hablan . Ella extiende las capas de su abanico en el
pelo trenzado y se le escapa una mirada entre el terciopelo y la piel de
imitación que usa para celebrar las fiestas, para cambiar de envoltura, para
poblar el silencio.
24 de diciembre
Nada puedo ver, la nieve es una placa de acero. He olvidado en
que consiste dormir. El insomnio llama a la muerte ,entonces escribo. Entre la
nieve y la vigilia, me encuentro. La noche me ha dejado conocerla y en sus
contornos soy la que encuentra sangre en el papel pero el día todo lo disuelve y
ellos dicen no.
Entender es comprimir en una mano lo que nunca
estuvo.
Llega y toma una copa, el festejo queda allí más
presente porque se ha ido y habrá otro encuentro. Correr hacia él es lo
importante. Yo, una simple estación en la fervorosa vida de Londres. La rubia
belleza resulta poco. Es aburrida y enferma, tiene hijos callados y escribe
poemas incomprensibles. Podrán hablar de mi pero no vienen.
Las
manzanas de mi casa de Devon ven llegar la luz. La nieve me entierra. Es tan
difícil prepara el café, salir de compras, no resbalar en plena calle, saber la
hora, reconocer una tarde de sol.
Mi pasado es tan espléndido.
El invierno tiene un nombre y me ofrece batalla.
No puedo hacer
de la navidad una fiesta , tampoco puedo golpear a la puerta de quien brinda con
una bufanda negra. El remedio no llegará nunca, algo se ha roto. Las luces me
dicen que no volveré a ser como ellos. La mano quemada no sabe de manjares, no
preparará banquetes. La mano está para llenar el hambre con el crujido feroz del
lápiz que no guarda clemencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario